Opiniones de pasarelas de ropa y moda

A saber dónde han disfrutado sus últimas vacaciones Victorio & Lucchino. Por la escenografía todo hacía presagiar un paisaje provenzal pero cuando el ambiente apuntaba a que aparecería en pasarela la conjunción de algodones blancos y olor a heno mojado, todo quedó en el ligero tono lavanda de algunas prendas y el resto de la noche sevillana pasó a ser un puro paseo por un palacio rococó. Un palacio, eso sí, donde los trampantojos acaban en estampado de pareo y los adamascados de las tapicerías terminan por desprenderse del tejido y quedan instalados a modo de flecos en unas miniblusas agosteñas. La cosa no queda ahí: del palacio se han dedicado a deshacer almohadones y cojines, y de eso da buena cuenta el sinfín de vestidos con un mar de plumas superpuestas. ¿Será esta vez París el Parnaso de nuestros diseñadores? Porque sin duda ha sido también ahí, en alguna «discoteque» de los mejores setenta donde han recolectado la sesión de lunares y cuadros gigantes en colores compactos: fucsia, negro y rojo, y que el cielo les juzque (por esta vez). Victorio & Lucchino, pese a las incursiones en algún «bateau mouche», siguen aferrados a esa magna opera de convertir el volante y el chal en patrimonio de la humanidad. Desde luego, la Unesco no podrá objetar el más mínimo argumento hasta hoy. Los de la próxima primavera-verano están bordados con primor y rosas, van atados a la cintura o sirven para desmelenarse en pleno farragosto mientras que el volante adorna los pantalones cortos hasta rozar el suelo, con un aire de carnaval de Río que, ya digo, no dejaba claro el paraíso de inspiraciones de este genio de dos cabezas.

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